Más Allá del Intervencionismo “Realista” en Política Internacional
Por Giorgio Piacenza
Introducción
El 25 de abril del 2014 asistí a
la conferencia “Los Límites del
Intervencionismo en Asuntos Internos” en el Hotel San Agustín Exclusive, en
Lima, Perú. Fue una interesante reunión donde tuve la oportunidad de aprender y
tomar nota de información histórica y de actualidad. Sin embargo pronto me
percaté que la mayoría de los asistentes (que a veces parecían dar un mensaje-consigna
apasionadamente exponiendo sus ideas intensamente antes de consumar sus
preguntas), así como la mayoría de los ilustres exponentes, principalmente
criticaban (no sin faltarles una fuerte dosis de razón) al histórico intervencionismo estadounidense en
Latinoamérica y en otras regiones.
Primero quiero aclarar que mi
posición intenta no ser ni de derecha ni de izquierda sino la de integralmente reconocer
los mejores aportes de ambas corrientes, trascendiéndolas e incorporándolas
dentro de una visión que no solo sea “posmoderna” (horizontal, relativista)
sino dentro de una emergente visión integrativa
más amplia que pueda generar marcos Meta Teóricos y que felizmente supere e
incluya (en su capacidad de lidiar con la complejidad) a la modernidad y a la
posmodernidad. Mi intención es integradora y por ello busco actualizarme
explorando modelos integradores capaces de llevarnos más allá del pensamiento
dicotómico reductor, propio no solo de muchas visiones míticas-religiosas
intolerantes sino también del pensamiento moderno, lineal, clásico que dio
origen a las principales teorías políticas y sociológicas que aún hoy tienen una
gran influencia en la academia y el discurso creativo.
Al mencionarse la actual crisis
en Ucrania y Crimea durante la conferencia se dijo que parece existir un
retroceso y recrudecimiento hacia situaciones de competencia recalcitrantes similares
a las que existieron antes de 1991 durante “La
Guerra Fría”, situaciones previas al mundo
“multipolar” que supuestamente
predomina hoy. Se comentó que estábamos regresando a un estado más afín a una
perspectiva “hobbesiana”, en el que
todo acuerdo político ocurre por “interés” dentro de un espacio poblado por
países en constante competencia uno con otro y en el que el hombre es potencialmente “depredador”
del hombre.
Esto no me agradó ni me pareció real, y no solo porque existen otras maneras de pensar y de hacer política sino porque existe evidencia empírica que podemos comportarnos y valorar de manera menos aislada y egoísta según nuestro crecimiento personal. Tampoco me gustó este énfasis porque siendo una actitud cínica sobre la vida humana no nos facilita una salida para mejorar o descubrir otra opción sino que nos hipnotiza hacia un darnos por vencidos. Si lo único que escuchamos como opiniones cultas y educadas es alguna forma de cinismo acerca del ser humano el peligro podría ser creer en esto al grado de perecer moral o espiritualmente.
Esto no me agradó ni me pareció real, y no solo porque existen otras maneras de pensar y de hacer política sino porque existe evidencia empírica que podemos comportarnos y valorar de manera menos aislada y egoísta según nuestro crecimiento personal. Tampoco me gustó este énfasis porque siendo una actitud cínica sobre la vida humana no nos facilita una salida para mejorar o descubrir otra opción sino que nos hipnotiza hacia un darnos por vencidos. Si lo único que escuchamos como opiniones cultas y educadas es alguna forma de cinismo acerca del ser humano el peligro podría ser creer en esto al grado de perecer moral o espiritualmente.
Como supuse que iba a suceder, se criticó más al intervencionismo
estadounidense que al de los países “anti sistema neoliberal” como
Venezuela y una señora politóloga alemana comentó (no sin faltarle también una
buena dosis de razón) contra este prejuicio presente aparentemente en una
mayoría de asistentes durante la conferencia.
Varias veces oí llamar a los Estados
Unidos “el hegemón” y hasta cierto
punto estuve de acuerdo (¿cómo se puede negar la realidad de ese
intervencionismo histórico?) pero pronto me pregunté ¿por qué está la crítica tan
polarizada? ¿Y por qué Estados Unidos se ha comportado así? ¿Acaso no hace ese
país lo que (si pudiera) haría cualquier país otro si su epistemología y nivel
de comprensión (amplitud de criterio) se basara en la pre-modernidad y en la modernidad,
esto es, en formas de ser y de pensar “pre-integrales”? ¿Acaso Venezuela y
otros estados no han tomado también iniciativas muy activas para afectar la
política interna de otras naciones latinoamericanas extendiendo así su influencia
y filosofía política? ¿Acaso líderes en España, Inglaterra, Alemania, Serbia y
la Unión Soviética y ahora China no tuvieron o tienen pretensiones de
influencia hegemónica? ¿No se haría en Perú lo mismo si tuviéramos el poder
para hacerlo?
Todo esto me hizo pensar. ¿Dependen
los expansionismos políticos por razones no humanitarias de motivos endógenos inmutables
en la psique humana? ¿Qué ocurre realmente con nuestra psique en relación
a la política? ¿Por qué somos como somos? ¿Podemos cambiar? ¿Nos estamos
limitando a teorías políticas incapaces de ayudarnos a dar un paso fuera de estas
formas de pensar dicotómicas? ¿Solo podemos crear propuestas opuestas y contradictorias
en vez de opuestas y complementarias?
Sean nuestras preferencias de
tendencia izquierdista liberal-igualitaria (un sano socialismo) o de tendencia
de derecha liberal-individualista (pero solidaria con el prójimo) en ambos
casos el impulso saludable sería el de dar a la gente la capacidad de auto
gestionarse con mayor libertad y justicia. En ambos casos las oportunidades de
auto realización deberían extenderse al mayor número de personas. Sin embargo,
tanto las abusivas dictaduras de izquierda como el abusivo control del estado
por grandes empresas (legítimas o no) y corporaciones han debilitado el éxito
que estas dos tendencias complementarias deberían tener. Creo que esto se debió
a que el egoísmo implícito en el nivel de conciencia de quienes trataron de
implementar las ideologías de derecha e izquierda distorsionó lo que podía aplicarse
en la práctica. Creo que aquí hay una problemática más profunda que ser
capitalista o socialista, del primer mundo euro-americano o de un mundo cultural
y económicamente colonizado.
Creo que en teoría política internacional necesitamos imperiosamente superar un
exiguo discurso tanto a nivel nacional como internacional, un discurso demasiado
simplificado como “pro americano” o “anti americano”. Tenemos que empezar a
pensar porqué es que -como seres políticos- somos como somos y para esto, para ampliar nuestra teoría política habría
que (de forma interdisciplinaria y transdisciplinaria) explorar temas que
superan las divisiones académicas tradicionales; por ejemplo, habría que comenzar
a utilizar los descubrimientos de la sicología
del desarrollo humano.
Durante la conferencia me percaté
que las teorías políticas implícitas que predominaban en esta conferencia (concurrida
por reconocidos intelectuales, comentaristas y teóricos como Gustavo Soberón, Eduardo Arroyo, Ramiro Escobar,
José Cornejo, Farid Kahhat, Raúl Wiener y Óscar Vidarte) se basaban en
epistemologías que tienen un indudable valor explicativo y hermenéutico pero que
ya se quedan cortas en el mundo tan complejo e interconectado que habitamos,
con situaciones de alcance global que debemos resolver y nuevos fenómenos auto
organizativos dados por la complejidad de sistemas sociales, culturales y
naturales que hemos vinculado y transformado.
Creo que hoy en día algunos
pensadores integrativos seminales (como Edgar
Morin) ven a estas teorías y epistemologías (nacidas a la par de un
pensamiento científico clásico y a una lógica aristotélica clásica) como muy imprácticas
e incompletas o quizás aptas para explicaciones puntuales de ciertos aspectos.
Ponderaba sobre estos temas mientras
me sentía preocupado por la actitud cínica-realista-deprimente que también percibía-
y estuve a punto de decirles a participantes de una delegación Venezolana que
–por respeto a los demás- guardasen silencio (ya que hablaban con tono de voz
fuerte mientras los conferencistas disertaban). Luego estuve a punto de decirle
a una señora que llegó tarde que por favor desconecte su insistente y sonoro celular,
pero sentí un cierto alivio al escuchar al joven politólogo Óscar Vidarte quien -al cuestionar la
legitimidad práctica de la ONU y la de
su Consejo de Seguridad- sugirió que
también habría que desarrollar formas de hacer valer los intereses de la comunidad internacional por sobre la de los países individuales
en general (y en particular los más poderosos). Por fin en esta reunión oí una
voz que en cierta forma promovía la importancia de favorecer un pensamiento y una
política más “planetaria” por sobre el sistema actual de tensos conflictos y competencia
entre unidades de poderes políticos que se conciben a sí mismos como separados.
Sin embargo se podría decir que
el bagaje teórico principalmente expuesto durante la conferencia utilizaba enfoques
surgidos en una época (ya seriamente cuestionada en la posmodernidad) en que el
gran impulso globalizador de la modernidad asociada a la racionalidad
científica eurocéntrica clásica se estaba consolidando.
Los marcos teóricos que percibí implícitos
en el discurso fueron los de la “Teoría
de Conflicto”, junto a una aceptación implícita del pensamiento político de
Niccoló Macchiavello y el de Thomas Hobbes y sobre todo (en cuanto a
la teoría de las relaciones políticas internacionales) percibí que se articulaban
muchas ideas en torno a un “Realismo” al
que también aún podría entenderse como el “paradigma”
predominante de la práctica de política internacional. Pensé que, tanto los conservadores
de derecha como los conservadores de izquierda (en el sentido de favorecer una
actitud realista material de manera fundamentalista) parecen concordar en estas
ideas. Todo parecería indicar que – de ser así de incontrovertible la
naturaleza de las cosas- en política internacional nunca superaríamos al
cinismo, la desconfianza y la competencia cerrada entre intereses (individuales
y nacionales) separados.
Luego pensé que los líderes de
naciones que aún se distinguen como “teocracias” -aunque teóricamente rechacen una
explicación materialista de la vida- también y en general los líderes de todas
las naciones con un fuerte sentido nacionalista excluyente eran de otras maneras
conservadores de pensamiento dicotómico, reduccionista y excluyente, siendo
este el factor común detrás del “realismo hobbesianismo” dominante.
El discurso y la conversación se
centraron mucho en una u otra forma de ese permanente conflicto de intereses
entre los países. Estas ideas se acoplan a la muy difundida idea que objetivamente
existe un “Real Politik” o la
búsqueda y la aplicación del poder en la política real entre las naciones, algo
que cotidianamente se aplica más allá de la retórica. Sin embargo ¿es esto ineludible?
¿Es lo que hemos experimentado en el pasado la mejor guía de los límites de lo
posible en la experiencia humana?
Ninguna de estas ideas “conservadoras”
aporta suficientes luces para un redescubrimiento y/o re-creación de quienes
somos y que sea apto para la convivencia planetaria armónica en un mundo
interconectado con problemas globales conjuntos e inesperadas “crisis
emergentes” fuera del control humano. Estas ideas más bien parecen ser parte de
un conjunto de conceptos que se refuerzan mutuamente, conceptos históricos que inducen
a un pesimismo sobre nuestra capacidad de gestionar una mejor sociedad.
Esos “Real Politik”, y la “Teoría
de Conflicto”, además de ese “realismo”
en relaciones internacionales coinciden con visiones biológico-darwinistas
aplicadas al comportamiento social cortoplacista y en parte coinciden con la
forma cómo la sociobiología explica nuestra sicología y comportamiento social. Coinciden
con la idea cristiana que el ser humano nace con una “concupiscencia” o tendencia al pecado/error. Aunque todas estas
ideas tengan algo de cierto, sus aspectos negativos se refuerzan mutuamente y ninguna
por separado o en conjunto nos brindan opciones amplias para salir de la resignación
al cinismo por lo cual –adoptando un común denominador- nos abocamos ciegamente
hacia un “desarrollo” de explotación económica y de recursos interminable así como destructor e insostenible.
Necesitamos forjar un modelo conectivo universalmente demostrable y eficiente que se base en un grado de libertad creativo superior a las manifestaciones descubiertas por la ciencia y la teología de inspiración excesivamente dualista.
Necesitamos forjar un modelo conectivo universalmente demostrable y eficiente que se base en un grado de libertad creativo superior a las manifestaciones descubiertas por la ciencia y la teología de inspiración excesivamente dualista.
En política internacional prima
el “realismo” (y variantes de “neo realismo”) y en segunda instancia se halla el “liberalismo” (y variantes de “neoliberalismo”
pero no debemos confundir a este concepto de teoría política internacional con
el “neoliberalismo” que se entiende como
una promoción de una política capitalista desenfrenada a nivel local y global).
Mientras que la idea central del “realismo”
en política internacional parece ser el concepto de “conflicto”, la idea central del “liberalismo” sería más compatible con la idea de “cooperación” e interesantemente ya se
reconoce a la “cooperación” como un
aspecto sumamente necesario para la evolución de la complejidad en particular
en la biología.
Aunque la “Teoría de Conflicto” de origen sociológico marxista ha servido para
estructurar las luchas de los menos poderosos contra los más poderosos también –utilizada
como una respuesta reduccionista y excluyente- ya es una voz anacrónica y limitante.
La subdivisión que hace de la realidad económica, social y cultural es
demasiado simplista, incompleta, sesgada. Generalmente se enfoca demasiado en
el conflicto entre clases que controlan los medios de producción y la economía
en general afectando desde ese aspecto la creación de símbolos, conceptos y
creencias.
As veces dentro de la crítica a
los poderosos que imponen su cultura y explotación económica nos encanta diferenciarnos para adquirir
estatus o aceptación social y a veces nos enfocamos demasiado en hablar del “imperio” o del “hegemón” cuando nosotros podríamos perfectamente reproducir
situaciones similares tratando de acumular y preservar nuestro propio poder.
En el discurso político (tanto
entre pensadores de derecha como de izquierda) no dejamos de hablar acerca de
las luchas de individuos contra individuos y de grupos de poder contra otros grupos
de poder. Pero según la Teoría Integral
de Ken Wilber (afín a las “Ciencias de la Complejidad” (y auto
organización), al “Pensamiento Complejo”
de Edgar Morin, a la “Transdisciplinariedad” de Basarab Nicolescu, al “Realismo Crítico” de Roy
Bhaskar y a otras ideologías y modelos emergentes integrativos post posmodernos, estos mismos
parámetros modernos eurocéntricos serían una etapa necesaria (aunque
generalmente patológica por su efectividad y poca visión sistémica) en la
evolución de la conciencia, etapa en la cual los individuos naturalmente
piensan y sienten privilegiando la razón instrumental por sobre formas de ser en
etapas anteriores de carácter más “mítico”.
Sin dejarse limitar por un
pensamiento integrador también emergente desde el 1er mundo, los creativos del “Pensamiento del Sur” deben nutrirse de
estos aportes que (como los de Boaventura
de Sousa Santos) provienen de un mundo euro-norteamericano que, sin
embargo, cuestiona los reduccionismos, materialismos, epistemología y otras limitaciones
eurocéntricas clásicas. Hay un pensamiento planetario gestándose en el cual se
conjugan el norte y el sur y todos los que faltan.
Hacia Nuevas Consideraciones
La teoría política predominante
es consecuencia de una manera ya demasiado divisoria de pensar sobre la
condición natural del hombre. Mientras que en la Edad Media los asuntos
celestiales/espirituales se concebían separados de la naturaleza, el orden de
los primeros regían sobre los segundos. Pero en la modernidad se aprendió a
distinguir y deslindar aún más, manipulando la naturaleza según sus propias “leyes”
al punto que lo celestial/espiritual resultara aún más innecesario y escindido
de esa aproximación. Pero otras opciones (que van aún más allá de la modernidad
y de la crítica posmoderna) están siendo exploradas aunque aun no ingresan en
el bagaje conceptual de la mayoría de los politólogos.
Por ejemplo, en parte debido a la
separación de saberes (aún dentro de los foros académicos modernos) no se
considera un factor que ha sido demostrado por muchos psicólogos del desarrollo
humano: la ampliación progresiva (y diríamos que por etapas) de la capacidad de tomar de perspectivas, incluyendo
nuestra auto-identidad con mundos sociales progresivamente más amplios y
nuestras motivaciones y éticas según esta “expansión” de la conciencia
(definiendo la “conciencia” no como un objeto o como sujeto sino (metafóricamente)
como una “CAPACIDAD” y/o un “espacio” que incluye y puede manifestar/concretar
en la experiencia, ser poseído o liberarse de aspectos de la realidad en mayor
o menor grado.
A pesar de la resistencia del
mundo científico clásico, el rol de la conciencia como esta “capacidad”
o “espacio” que manifiesta y “actualiza” objetos y experiencias está siendo
gradual pero seriamente reconocido como un elemento fundamental, común y
conciliador aplicable no solo en cosmología, física cuántica y hasta
parapsicología sino a todos los campos del saber, por ejemplo a aquellos
relacionados con la emergencia de una ciencia integrativa, no reduccionista y
no materialista clásica. En cierto sentido lo que llamamos la “conciencia”
sería la Vida misma individualizada en sujetos de experiencia en relación con
los objetos mentales que pueden contener y con los que se pueden relacionar.
Este entendimiento podría aplicarse al “re-encantamiento” o re-valorización de
un mundo percibido como inteligente y
vivo y podría aplicarse a la revalorización de los aportes de las culturas
“pre-modernas” ancestrales y, por extensión (como antes sucedió con el
reduccionismo y realismo materialista), podría aplicarse a una nueva
fundamentación de las ciencias sociales.
En una sociedad planetaria más
integral deberíamos rescatar los conocimientos de todas las fuentes y
tradiciones que puedan armonizarse para el bien común según lo descubierto por
los métodos usados en todas las etapas de desarrollo cultural. Debemos
revalorar la percepción intuitiva-participativa de la vida que –a pesar de
estar culturalmente ubicada (según algunas clasificaciones occidentales
modernas) en etapas “pre-científicas” o “pre-modernas”- podría de muchas formas
ofrecer métodos y descubrimientos aplicables en la actualidad. Esa ha sido una
de mis críticas al pensamiento occidental integrativo de algunos filósofos como
Wilber que parcial pero insuficientemente reconocen el valor de lo descubierto
por los pueblos “tribales” que pudieron comulgar psíquica, personal y
colectivamente con los múltiples niveles del mundo natural entendido como un
ser vivo. En este mundo integrador de las sabidurías a nivel planetario lo
“paranormal” debe dejar de serlo para aceptarse con la naturalidad de los
pueblos originales y una nueva comprensión “científica” mucho más amplia.
Así como muchos de nosotros
deseamos que se escuche y adopten las sabidurías autóctonas de los mundos hoy
cultural y económicamente colonizados por el eurocentrismo, las
transnacionales, el capitalismo despiadado, el materialismo y la modernidad,
también deberíamos tener una actitud receptiva para aquellos investigadores que
(aunque generalmente realizan sus descubrimientos en el “1er Mundo”), usan
métodos (como el estructuralismo) que
fueron mayormente desconocidos en los mundos “pre-modernos” colonizados.
Debemos reconocer que (a pesar de haber surgido en ámbitos investigativos
occidentales modernos) estos investigadores aportaron información útil para
juntos nosotros y ellos crear una sociedad y modelos más sanos, inclusivos y
planetarios.
Así como los científicos del 1er
mundo deben entender que la Tierra, que la
Pacha es Viva y que nos habla (no solo metafóricamente sino en realidad),
nosotros debemos salir de nuestras posturas excesivas de auto defensa cultural y
extendernos para entender lo que los científicos pueden aportar a nuestra
propia creación de un “Pensamiento del
Sur” más integral.
Hay que reconocer que en el
Hemisferio Norte también está surgiendo
un pensamiento post-convencional importante. También en ese hemisferio existen
muchas sabidurías y formas de ser emergentes que ofrecen métodos y formas de
relacionarnos más creativamente con la Vida superando los métodos materialistas
reduccionistas de la era moderna clásica. Así como justamente exigimos que no supriman nuestros saberes también debemos
“tomar el toro por las astas”, creer en nuestra capacidad y abrirnos a saberes
foráneos que complementen lo que ya hemos descubierto y que puedan integrarse dentro
de una inescapable conciencia de alcance planetaria. Para esto hay que aceptar
que (a pesar de nuestras válidas críticas al aspecto destructivo del “colonialismo eurocéntrico” y de su
epistemología exigua) el occidente científico (como partícipe en un proceso
planetario que nos incluye a todos) también desarrolló MÉTODOS no disponibles
en otras sociedades, por ejemplo, métodos a través de los cuales se pueden
observar patrones de desarrollo en nuestros aspectos sicológicos. Habría que
entender que el pensamiento cíclico,
las tradiciones orales y vivenciales pueden complementarse con el pensamiento
propio de una evolución progresiva.
Niveles de Ser, Pensar, Sentir y Hacer
La “Dinámica Espiral” de Don
Beck y Chris Cowan hacen uso de
qué es lo que valoramos como personas y
de cómo eso afecta nuestra vida social. Pienso que llegará un momento en que
para vivir sanamente en un mundo complejo y altamente interconectado como el
que ya estamos experimentando, un mínimo porcentaje de líderes y ciudadanos
deberíamos tener afinidad por valores universalistas trascendiendo pero
incorporando las diversidades culturales y nacionales. Esto puede realizarse
cuando podemos pensar inclusivamente, con una actitud de apertura más allá de
nuestras tradiciones culturales.
Lo que ya hay que considerar seriamente
en teoría política contemporánea son los hallazgos de los sicólogos del
desarrollo humano. También hay que romper con el tabú clásico y
“objetivizante” contrario a considerar a
la conciencia y a sus capacidades como determinantes no solo de nuestro entorno físico sino también
social y político.
Si (en relación a líneas de
desarrollo sicológico que inciden en nuestro comportamiento social y en
relación a qué teoría política es más afín a nosotros) entendiéramos los
hallazgos de sicólogos como Jean Piaget
(en cognición) Robert Kegan (en
cognición y los “órdenes de la conciencia”), Jane Loevinger y Susanne
Cook-Greuter (en etapas de desarrollo egoico), Clare Graves (en qué valores son importantes para las personas), Lawrence Kohlberg (en etapas de
desarrollo moral), Robert Selman (etapas
de desarrollo de la amistad), William
Perry (desarrollo intelectual y de las relaciones interpersonales), James Fowler (etapas en el desarrollo
de la fe), Abraham Maslow (etapas en
la jerarquías de necesidades), Daniel
Goleman (etapas de desarrollo emocional), Abigail Housen (etapas de desarrollo estético), Carol Gilligan (en desarrollo ético
distinto en hombres y mujeres) nos daríamos cuenta que distintas formas de ser
son posibles según el nivel de
desarrollo personal.
Así como las diversas culturas del
mundo pasaron por procesos y vivencias distintas que se adaptan sui generis a
la colonialidad eurocéntrica, no solo hay que reconocer importantes diferencias
entre ellas, sino algo aún más fundamental que es que -quizás semi
independientemente de los medios culturales donde se mueven las personas- habrían niveles de interpretación personal
hacia formas de ser relativamente egocéntricas y “primitivas” así como hacia formas de ser menos
egocéntricas y más universalistas. Si no somos conscientes de estas diferencias
individuales que generan formas de pensar, preferencias e interpretaciones
(incluyendo teorías políticas) no tendremos suficientes elementos de juicio
para entender la realidad política y las guerras ideológicas que estamos
viviendo.
Los anteriores estudios de la
sicología del desarrollo tratan sobre “líneas específicas de desarrollo o
líneas de inteligencia” revelando tres
etapas generales: la etapa “pre-convencional”
o egoica (en la cual el individuo se rige por fuerzas que lo obligan o tratando
él de imponerse sobre los demás), la etapa “convencional”
o etnocéntrica (en la que el individuo se rige por los valores y costumbres
convencionales de su sociedad) y la etapa “post
convencional” o mundo-céntrica en la que el individuo puede regirse más
sofisticadamente con pensamiento propio para lograr un bien común interconectado
con otras personas o grupos.
La situación planetaria de hoy
(con problemas globales que atañen a todos) requeriría que al menos un efectivo
porcentaje de intelectuales, de los productores de ideas y normas, de los
líderes políticos y de la población en general (quizás un 10%), surjan del
cinismo generalizado, del “fin de las
ideologías” y funcionen bajo un nivel de desarrollo personal “post convencional” y/o “mundo-céntrico”. Debemos darnos cuenta
que diversos niveles de amplitud de criterio, de auto identidad, de ética y
valores son posibles y que se pueden promover educativamente que nuestra praxis
política y adopción voluntaria de teorías políticas dependería de estos niveles.
El “realismo” hobbesiano y maquiavélico no sería inevitable sino más parte de
una etapa “pre integral”. La necesidad de mantener un estatus de poder y
prestigio cínicamente desconfiando de los demás y esforzándonos para
persistentemente acrecentar nuestro poder personal podrían ser los imperativos
de una etapa finita.
Según el pensador Ken Wilber, estos estudios del
desarrollo sicológico muestran que etapas de desarrollo “post convencional” son verdaderamente posibles y existen en
personas reales que adaptan su manera de ser y actuar a ellas. Estas etapas
serían “mundo-céntricas” y las
personas cuyas características sicológicas esenciales (básicamente valores y
auto-identidad) están establecidas en ellas podrían interesarse en el bien del
colectivo internacional por sobre el nacional. También podrían estar más
interesadas en la teoría “liberal” de
relaciones internacionales (una teoría que promueve principios, instituciones y
leyes internacionales). Las personas con un desarrollo interior aún más amplio
quizás deberían ser más afines a la teoría “constructivista”
de relaciones internacionales. Para estas personas las respuestas políticas (de
derecha o de izquierda) basadas en el “realismo”
(o en la percepción de un permanente conflicto de intereses que deben estar protegidos
por el poder militar y económico) serían propias de etapas previas en el
desarrollo de lo que es admisible para la conciencia humana.
Mientras que los políticos internacionales
“liberales” (frecuentemente demócratas en los Estados Unidos) tienden a decidir
intervenir en los asuntos internos de otros estados-nación por motivos éticos y
de principio, los realistas (frecuentemente republicanos en los Estados Unidos)
tienden a decidir intervenir en los asuntos internos de otros estados-nación si
es que perciben amenazas a la integridad física o si perciben que su supremacía
en el equilibrio de poderes a nivel internacional se ve afectado. Por ende, no
podemos sobre simplificar al “intervencionismo estadounidense” (ni al de
cualquier otro estado-nación) como una inevitable expresión de una forma común
de ser dentro de un “realismo” que unitariamente se comparte en política
internacional. En términos generales podríamos decir que los “realistas” (que
enfatizan la defensa del poder) generalmente representarían niveles de
desarrollo sicológico “convencionales”
mientras que los “liberales” ya representarían niveles de desarrollo sicológico
(o de ‘conciencia’) “post
convencionales”.
A excepción del comentario de Vidarte respecto a teóricamente re-plantear
las bases del actual orden mundial, especialmente en relación al rol de la ONU,
no escuché opiniones que detallaran estas diferencias. Supongo que no ha llegado
suficiente información y/o que el desarrollo histórico de conceptos socialmente
“admisibles” en el bagaje académico peruano aún se limita demasiado a
generalizaciones dicotómicas clásicas y básicas. Como en los trabajos
académicos internacionales que parecen servir de referencia, aun predomina en
exceso la “Teoría Realista” y el
discurso interpretativo basado en el conflicto.
La “Teoría Constructivista” en relaciones internacionales sería afín no
solo a un nivel de conciencia más “post
convencional” (inclusive que la “Teoría
Liberal” en relaciones internacionales)
sino hasta quizás lo que podría definirse como “integral” o “post post
convencional”. Se basa en la idea que las reglas de la vida social y
política se pueden cambiar según lo permitido por estas mismas reglas. Hay una
posibilidad de realizar Meta observaciones u observaciones y modificaciones conscientes de nuestras
propias epistemologías. Esto permitiría adaptarnos mejor a la complejidad y
auto generar una amplitud de criterio flexiblemente. Esto permitiría una
actitud de constante aprendizaje y reformulación adaptativa.
Si tuviéramos un grado de
desarrollo integral claramente establecido contaríamos no solo con una gran apreciación
del conocimiento en todas sus formas y de manera intercultural (incluyendo los
descubrimientos, teorías y métodos de las etapas anteriores) sino que también
contaríamos con la capacidad de utilizarlos según sea necesario pero dentro de
una ÉTICA mucho más comprehensiva. Según Ken
Wilber ése podría ser el futuro de la humanidad y no solo los estudios de
varios sicólogos del desarrollo humano han demostrado su posibilidad sino
también lo han hecho algunos filósofos como Jean Gebser (quien estudió las “estructuras
de la conciencia humana”).
Para la Teoría Constructivista, la “nación-estado”
residiría en las mentes y en la imaginación de la gente en relación a un
territorio. De manera más osada diría que esta teoría no está muy lejos del
concepto que puede darse un cambio social basado en una coordinación non-local,
holográfica y quizás simultánea como cuando la Unión Soviética como entidad
política ‘colapsó’ cuando entre 1989 y 1990 un suficiente número de personas
casi unitariamente u orgánicamente decidió que era tiempo de un cambio.
Inclusive el “estado de anarquía” (o
atomización y desconexión relativa en el ámbito internacional percibido por los
teóricos realistas) así como el concepto de “soberanía” serían construcciones
sociales intersubjetivas que podrían modificarse.
La identificación del “nosotros”
diferenciado del “ellos” podría (junto a un nivel de más conciencia inclusivo)
ampliarse ya que la desconfianza natural xenofóbica sostenida en niveles de conciencia
convencionales y pre-convencionales disminuiría. Esto no significaría la total
eliminación de realidades, métodos y estrategias percibidas en las etapas
anteriores sino (debido a que etapas más inclusivas trascienden pero incluyen a
etapas menos inclusivas) una mayor capacidad para escoger. Sin embargo no solo
se tendería a escoger con una mayor amplitud de criterio sino que se
codificarían normas o leyes propias a esa mayor amplitud de criterio. También
se crearía un sistema internacional adecuado a ese nivel de conciencia. Según Wilber, necesitaríamos un 10% de la población en ese nivel para que se gesten las nuevas normas y el nuevo sistema. En la actualidad un 3% de la población global estaría empezando a funcionar en términos "integrales". Sería el cambio cultural más significativo para la especie humana entendiéndose y comportándose responsablemente en unidad planetaria.
La posibilidad de comprobar la existencia de vida extraterrestre inteligente también sería un gran acicate (una referencia "externa" más grande pero en la cual también estamos incluidos) para re-plantearnos quiénes somos y cuales son nuestras verdaderas potencialidades. Estimo que, a medida que logremos comportarnos integralmente como una especie unificada a nivel planetario en armonía con principios científicos y metafísicos integrativos-universales, lograremos establecer una sana relación directa con esa vida extraterrestre que podría estar mentalmente organizada bajo patrones menos dicotómicos que los que normalmente utilizamos en la Tierra.
Lo que hay que hacer es promover el incremento de ese nivel de conciencia integral a través de la educación (un serio esfuerzo visionario-educativo) y de la disponibilidad de modelos integrativos. Estos modelos deberían enriquecerse con los aportes de las sabidurías ancestrales y el "pensamiento del sur". Estos modelos tendrían un efecto "psicoactivo", promoviendo la conexión psicológica interior y en primera persona con los patrones organizativos del universo. También habría que poner freno a la “sociedad del espectáculo” y al comercialismo generalizado que degrada los discursos, focos de atención, conceptos, el imaginario público y formas de conectar la información a niveles demasiado elementales.
La posibilidad de comprobar la existencia de vida extraterrestre inteligente también sería un gran acicate (una referencia "externa" más grande pero en la cual también estamos incluidos) para re-plantearnos quiénes somos y cuales son nuestras verdaderas potencialidades. Estimo que, a medida que logremos comportarnos integralmente como una especie unificada a nivel planetario en armonía con principios científicos y metafísicos integrativos-universales, lograremos establecer una sana relación directa con esa vida extraterrestre que podría estar mentalmente organizada bajo patrones menos dicotómicos que los que normalmente utilizamos en la Tierra.
Lo que hay que hacer es promover el incremento de ese nivel de conciencia integral a través de la educación (un serio esfuerzo visionario-educativo) y de la disponibilidad de modelos integrativos. Estos modelos deberían enriquecerse con los aportes de las sabidurías ancestrales y el "pensamiento del sur". Estos modelos tendrían un efecto "psicoactivo", promoviendo la conexión psicológica interior y en primera persona con los patrones organizativos del universo. También habría que poner freno a la “sociedad del espectáculo” y al comercialismo generalizado que degrada los discursos, focos de atención, conceptos, el imaginario público y formas de conectar la información a niveles demasiado elementales.
En la teoría “realista” de las
relaciones internacionales (una aproximación que probablemente se remonta a la
época del historiador y militar griego Tucídides) frecuentemente se considera
que la política internacional es como un “juego
de suma cero” (en el que las ganancias de un jugador se compensan con la
pérdida de otro jugador). Se considera que todos los jugadores juegan para
maximizar sus propios intereses y que las relaciones
internacionales son esencialmente anárquicas ya que no puede haber reglas
comunes. Por otra parte, en la teoría “liberal”
de relaciones internacionales se asume que las relaciones no limitadas a un “juego de suma cero” son efectivamente posibles
y que sí puede haber reglas comunes. También se asume que la propagación de la democracia disminuye
las probabilidades que hayan conflictos entre las naciones-estado. Además,
mientras que con el “realismo” generalmente
se asume que no se puede confiar en la naturaleza humana, con el “liberalismo” generalmente se asume que
las personas adecuadamente tratadas también pueden ser buenas y fiables.
Cabe notar que, para promover las
buenas relaciones, Immanuel Kant (uno de los padres del
“liberalismo”) propuso la creación de una “Liga
de Naciones” sin armamentos y que de esto deriva nuestra actual “Naciones Unidas” que, a pesar de sus
defectos, realmente ha servido para disminuir el “fantasma de la guerra”, sobre
todo a gran escala.
Mientras el “realismo” refleja el sentido físico de la ciencia clásica en el cual el universo está constituido por elementos separados interactuando
externamente por medio de fuerzas, el liberalismo refleja un concepto más
actual (y probablemente “cuántico”) de relaciones unificadas por un todo. En
otras palabras, por un lado, el “realismo”
refleja un sentido materialista clásico similar al determinismo materialista
preponderante en la época en que Karl
Marx escribió sus tratados. Esta visión de la realidad está siendo superada
por la física actual. Por otro lado, el “liberalismo”
refleja un sentido científico más actual en el cual se reconocen la importancia
crucial de las relaciones de información
(inclusive en algunos casos como una conexión holística no local) entre los entes físicos.
Los “liberales” de la política internacional abogan por el
fortalecimiento de instituciones a través de las cuales pueden compartir el poder para fomentar la cooperación y la paz. Sicológicamente hablando, los
“realistas” (tanto de derecha como de izquierda) serían más conservadores o “convencionales” con un sentido
materialista práctico y los “liberales”
ya se ubicarían en una de las primeras etapas post-convencionales de
desarrollo.
Recordemos que no hay que
confundir al “liberalismo” en relaciones internacionales con el “neoliberalismo” que sería un mal uso
del “liberalismo” como filosofía
política y social. Parte del “liberalismo”
es la auto determinación, la libertad individual y la democracia (incluyendo un
sano ejercicio de intercambios de bienes y servicios con un libre mercado) por
sobre reinos, autocracias, fascismos, teocracias y oligopolios, pero (como diría el profesor Noam Chomski), para favorecer al gran
capital -al capital corporativo-financiero despiadado- el “neoliberalismo” ha deformado al mercado, controlando al estado y generando
un “estado capitalista” o “estado corporativo”.
Conclusión
En resumidas cuentas, los
estudios de la sicología del desarrollo muestran que es posible una política
internacional más comprehensiva y una variante es que las estructuras sociales e
ideas que rigen pueden ser construidas en las interacciones sociales. Sería muy importante incluir el proceso de
desarrollo sicológico de las personas Y su capacidad de tomar perspectivas)
como un factor crucial para entender las diferencias individuales en la
adopción de filosofías políticas.
Coexistirían no solamente
diferentes culturas, ideologías y epistemologías (así como intereses de unos
contra otros) sino distintos niveles de conciencia aptos para incorporar o
rechazar, entender o no entender de manera más o menos inclusiva (más o menos
exclusivista-reduccionista o integradora) los aportes de esas culturas,
ideologías y epistemologías.
El futuro de la convivencia
planetaria dependería del incremento en el número de personas aptas para pensar
y existir con una ética integradora. Ninguna
etapa evolutiva progresiva está asegurada y muchos factores retrógrados y
excesivamente conservadores podrían conjugarse (el comercialismo generalizado y
la banalización de la cultura, el control del estado por el gran capital,
modelos académicos anacrónicos acerca de un ser humano inevitablemente egoísta,
la descomposición social, violencia generalizada, el cinismo y la corrupción
unidos a valores y conceptos posmodernos relativistas mal interpretados por
individuos en etapas pre-convencionales, entre otros).
Para dar un paso evolutivo hacia
una sociedad más inclusiva, integra e integral necesitamos re-educarnos con modelos
teóricos integradores y compatibles entre si con los que expandir nuestra conciencia y trabajar y que -respetando las diferencias culturales- provean
estructuras fácilmente reconocibles para que las personas de distintas
tradiciones tengan un espacio de “contenido neutro” donde puedan unir
sus saberes a los saberes de todos. Estos son los modelos integrativos que se
están gestando más allá de la posmodernidad. Si no los llegamos a difundir no
se podrá orientar bien por medio de la educación respondiendo a los
planteamientos más deconstructivistas que circulan junto a muchísimos “anti
valores”.
Gran parte de los conflictos
culturales y los conflictos en política internacional podrían deberse a que aún
en la mayor parte de la humanidad predominan
niveles de conciencia demasiado exclusivistas. La realidad es percibida
fraccionada y como una competencia entre facciones y esta realidad es frecuentemente
defendida de una forma autoritaria (tanto en la derecha como en la izquierda) con
una actitud fundamentalista.
Si seguimos limitándonos a este
realismo-cinismo-pesimismo intelectual y político y no nos atrevemos a conocer
opciones post posmodernas integrativas (en las que la conciencia deja de ser un tabú “mítico” siguiendo los
lineamientos de la modernidad clásica) podría surgir una gran descomposición
social al punto que no daríamos el paso colectivo hacia un sistema político
integral. Podríamos caer en un estado de atomización tribal con grupos de poder
luchando entre si mellando los débiles estados democráticos.
En los políticos (de derecha e
izquierda) que naturalmente simpatizan con el “realismo” (y sus variantes “neorrealistas”)
en relaciones internacionales predominaría una consciencia “convencional” y hasta “pre-convencional”
especialmente en identidades y valores. Su percepción de conciencia podría ser
más vertical-jerárquica, mítica y pre-moderna aunque puedan cognitivamente
hacer uso de métodos modernos.
Según Alexander
Wendt, fundador cardinal del pensamiento constructivista en relaciones
internacionales, “las estructuras de las
asociaciones humanas están determinadas primariamente por las ideas compartidas
en vez de las fuerzas materiales y las identidades e intereses de los actores intencionales
se construyen con estas ideas compartidas en vez de ser suministradas por la naturaleza”.
El pensamiento constructivista se basa en la observación que los sistemas políticos y sus estructuras
dependen fundamentalmente de la construcción social de las ideas. El
individuo en relación con otros individuos es crucial. Este sería un “proceso”
que incluye aspectos sociales y sicológicos y conformaría sistemas de ideas. Percatarnos
que esto es más fundamental que las ideas qua ya conocemos (y que tendemos a
aceptar según las estructuras sociales que ya habitamos) nos permitiría generar
opciones más ricas y acordes con un pensar mucho más amplio. Nos permitiría
organizarnos en base al “Pensamiento
Complejo” (“complexus” se refiere a un tejido entrelazante o vinculante)
que menciona Edgar Morin abiertos a
la ambigüedad creativa y al cambio.
Como mencioné al comienzo de este ensayo, "Necesitamos forjar un modelo conectivo universalmente demostrable y eficiente que se base en un grado de libertad creativo superior a las manifestaciones descubiertas por la ciencia y la teología de inspiración excesivamente dualista".
El construccionismo en relaciones internacionales sería una de las primeras teorizaciones aptas para entender la política internacional en relación a una percepción de conciencia integral más amplia y –por poder continuamente perfeccionarse y recrearse- podrían surgir otras teorizaciones afines y más efectivas. La conciencia reflexionando sobre si misma estaría implicada. Serían las personas construyendo ideas y (añadiendo el factor descubierto por los sicólogos del desarrollo humano mencionados) también sería lo que sus niveles de conciencia o de desarrollo sicológico pueden concebir y ellos -en última instancia- decidirían las prácticas y límites posibles y más adecuados de la política internacional.
El construccionismo en relaciones internacionales sería una de las primeras teorizaciones aptas para entender la política internacional en relación a una percepción de conciencia integral más amplia y –por poder continuamente perfeccionarse y recrearse- podrían surgir otras teorizaciones afines y más efectivas. La conciencia reflexionando sobre si misma estaría implicada. Serían las personas construyendo ideas y (añadiendo el factor descubierto por los sicólogos del desarrollo humano mencionados) también sería lo que sus niveles de conciencia o de desarrollo sicológico pueden concebir y ellos -en última instancia- decidirían las prácticas y límites posibles y más adecuados de la política internacional.
Los “límites del intervencionismo” evolucionarían junto a lo que consideremos
como “propio” y “ajeno” y con la capacidad de pensar, sentir y valorar no solo de
manera más horizontal sino además en reconexión con una sana jerarquización
vertical. En otras palabras, en la etapa de desarrollo “integral” sugerida por Wilber, reconoceríamos que existen
ideas más comprehensivas y no caeríamos en un relativismo desconstruccionista excesivo.
Si un porcentaje necesario de la población calificara en esta etapa no solo “post convencional” sino “integral” ellos establecerían las
leyes y sistemas para una sociedad planetaria en la que “los límites del
intervencionismo” serían distintos. En una conciencia “integral” lo ajeno es propio y el bien común predomina.
Bibliografía
Gebser, Jean (1983). The Ever-Present Origin.
Athens: Ohio University Press.
Morin, Edgar (1973). El Paradigma
Perdido: Ensayo en Bioantropología. Barcelona: Kairós.
Morin, Edgar (1990). Introducción al
Pensamiento Complejo. Barcelona: Editorial Gedisa.
Wendt, Alexander. “Anarchy is what States make
of it: The Social Construction of Power Politics”. International Organization, Vol. 46, No. 2. (Spring, 1992), pp.
391-425. http://ic.ucsc.edu/~rlipsch/Pol272/Wendt.Anarch.pdf
Wilber, Ken (2000). Integral Psychology:
Consciousness, Spirit, Psychology, Therapy. Boston: Shambhala.
Wilber, Ken (1995). Sex, Ecology, Spirituality:
The Spirit of Evolution. Boston: Shambhala.
Nicolescu, Basarab (2002). Manifesto of
Transdisciplinary. New York: State University of New York Press.